Por Alberto Valdivia
Texto: Lucas 14:1,7-14
Al ver Jesús cómo los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo: cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: ‘dale tu lugar a este otro.’ entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: ‘amigo, pásate a un lugar de más honor.’ así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mes, porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
Dijo también al hombre que lo había invitado: cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; y serás feliz, pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten.
La humildad es uno de los aspectos del carácter de Dios en la que poco reflexionamos, tenemos la tendencia de ver al Señor en su aspecto glorioso e imponente y nos olvidamos que Él también es humilde. La Escritura nos presenta a Dios en una actitud de servicio; él sustenta el universo, cuida de nosotros y protege a los desvalidos, su amor lo impulsa a entregarse a sus criaturas, a pesar de ser el Rey del universo asume actitudes de siervo.
Jesús reflejó total humildad desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, vivió entre los humildes, se sometió a las autoridades humanas, lavó los pies a sus discípulos, enfrentó el sufrimiento en silencio. Jesús aún ahora en su estado de glorificación se muestra humilde, recordemos sus palabras: “voy a preparar un lugar para ustedes”, Él es el Señor de señores sin embargo está preparándonos un lugar en el cielo para nosotros que somos sus siervos, ¡eso si que es humildad!
Es evidente que la humildad es la característica del cielo, nosotros somos llamados a tener un estilo de vida así, pues solo un corazón humilde puede sintonizar con el corazón de Dios.
¿Por qué es tan importante la humildad?
La humildad en primer lugar te libera. Jesús se da cuenta que la gente de esa época buscaban por todos los medios ocupar los mejores lugares y posiciones, hoy en día sucede lo mismo, son muchos los que viven en competencia tratando de mostrarse como mejores y superiores a los demás. Esto sucede incluso en la propia iglesia, muchos hermanos tratan de mostrarse más espirituales que los otros, haciendo resaltar sus dones y cualidades. Para esta gente la imagen y posición es muy importante, viven cuidando su reputación, están obsesionados por quedar bien ante los demás. Estas personas pierden su libertad, se esclavizan al orgullo y al amor propio, por eso son más vulnerables e hipersensibles, fácilmente pueden sentirse avergonzados y ridiculizados
En cambio los humildes son libres de estas debilidades, no les interesa demasiado su propia imagen, ni les importa mucho recibir preferencia o un trato especial, no buscan los aplausos de la gente, por eso el ataque o el menosprecio de algunos no les duele demasiado, ni se recienten fácilmente. El humilde experimenta más libertad, es más seguro de si mismo, más fuerte y maduro en sus emociones, su ego está controlado y por lo tanto están más dispuestos a entregarse a los demás y a amar antes que amarse a sí mismo.
La humildad nos quita mucho peso de encima, nos libra de muchas complicaciones innecesarias, hace que nuestro camino sea más sencillo y por lo tanto más feliz. Jesús no se equivoco cuando dijo “Dichosos los humildes”, pues solo los que poseen está cualidad son capaces de reír con sinceridad
La humildad también te eleva. Jesús recomienda a estas personas que en vez de buscar los primeros lugares, llenando sus corazones de orgullo y exponiéndose al ridículo, busquen más bien sentarse en los últimos asientos, para que su actitud humilde sea recompensada por los demás. La gente común aprecia a las personas humildes, son más tratables, escuchan, no atropellan, y no hablan de sí mismo, todas esas características hacen que caiga simpático, no es raro que se le conceda honores que ellos mismos no buscan, el orgulloso en cambio buscando esos honores muchas veces no lo reciben.
El que se humilla es exaltado, no solo por los hombres sino por el mismo Dios. Una persona humilde está más cerca del Señor, su corazón se doblega fácilmente, se siente débil y necesitado y por eso puede refugiarse y entregarse con mayor libertad en los brazos de Dios.
Aunque parezca que es al revés, el humilde es una persona engrandecida, elevada, que sobresale entre todos y es apreciado por los demás, en cambio el orgulloso es una persona empequeñecida, ridícula, que pierde valor e importancia, a pesar que el hace todo lo posible por sobresalir, pero no lo consigue, su orgullo lo afea y crea un rechazo natural entre la gente.
La humildad nos humaniza, nos hace sensibles a los demás, nos ayuda a morir a nuestro egoísmo y egocentrismo, nos prepara para amar, nos ayuda a poder entregarnos con libertad, pero sobretodo, la humildad nos une profundamente a Dios
La humildad te acerca a los menospreciados. Jesús desea que siempre tomemos en cuenta a los necesitados y menospreciados, por eso nos anima a que abramos nuestro corazón y nos acerquemos a ellos, pues solo de esa manera mostraremos que somos realmente humildes. El desprecio y la discriminación es muestra de un corazón orgulloso. Es una lástima que exista tantas personas que menosprecian a los demás por su color de piel, su nacionalidad, su sexo, su nivel social, etc. Aquellos que hacen esto no reflejan para nada la verdad del evangelio, y aunque se llaman así mismos cristianos en verdad no lo son.
Jesús no solo nos pide que “ayudemos” a estas personas, sino que convivamos con ellas, que le hagamos sentir cercanos a nosotros, es de esta manera cuando nuestra humildad es puesta a prueba. Es muy fácil dar algo material, pero es más difícil dar el corazón, es muy fácil darles pan para que coman, pero es más difícil invitarlos a comer con nosotros, y permitir que compartan nuestra mesa y disfruten lo que nosotros disfrutamos.
Nos gusta estar cerca de nuestros amigos y parientes, eso no está mal, pero Jesús desea que también abramos nuestro corazón a los menospreciados, y permitamos que ellos experimenten nuestra cercanía. Solo los humildes son capaces de hacer esto, y cuando lo hacen disfrutan del verdadero sentido de la vida, que es darse a los demás.
La humildad trae recompensa. Ser humilde nos hace feliz, nos libra de tantos males, principalmente de nuestro egoísmo. En sí misma la humildad nos trae recompensa en la vida, nos ayuda a relacionarnos mejor con los demás y a encontrar satisfacción espiritual.
Sin embargo hay un beneficio mayor que la humildad nos otorga. La Biblia enseña que el Señor promete recompensar a los humildes, no necesariamente en esta tierra sino en la eternidad. ¿Cuál es esa recompensa?, la recompensa es el cielo.
La humildad nos abre las puertas del cielo de par en par, pero no pensemos que la humildad es una cualidad que nosotros podemos desarrollar, o que está en nosotros y solo hay que dejarla fluir, no, la humildad es un fruto de Dios, solo el Espíritu Santo lo puede producir.
Si la humildad nos abre las puertas del cielo podemos terminar creyendo que si nos esforzamos por ser humilde ganaremos la vida eterna, no hay nada más falso que esto, NADIE PUEDE SER HUMILDE DE VERDAD SI ES QUE PRIMERO NO SE ENTREGA A DIOS Y PERMITE QUE EL CAMBIE NUESTRO CORAZÓN EGOISTA Y PONGA EN NOSOTROS UN CORAZÓN HUMILDE, solo entonces la humildad se manifiesta en nosotros.
Es Cristo el que nos salva y nos lleva al cielo, si creemos en él nuestra vida es transformada y morimos a nosotros mismos, como consecuencia la humildad se hace evidente en nuestra conducta y de esa manera reflejamos en algo el carácter de Dios.
Busca al Señor cada día más, entrégale tu vida y verás que Jesús te moldeará y te hará como él, y serás humilde y sencillo de corazón, “Aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas” (Mateo11:29), este es el secreto para ser humilde, experiméntalo.
PARA PROFUNDIZAR
Lee Mateo 5:3-5 ¿Qué características tienen los humildes? ¿Por qué crees que los humildes son dichosos? ¿Por qué crees que el Señor promete su reino a los humildes?
Al ver Jesús cómo los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo: cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: ‘dale tu lugar a este otro.’ entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: ‘amigo, pásate a un lugar de más honor.’ así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mes, porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
Dijo también al hombre que lo había invitado: cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; y serás feliz, pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten.
La humildad es uno de los aspectos del carácter de Dios en la que poco reflexionamos, tenemos la tendencia de ver al Señor en su aspecto glorioso e imponente y nos olvidamos que Él también es humilde. La Escritura nos presenta a Dios en una actitud de servicio; él sustenta el universo, cuida de nosotros y protege a los desvalidos, su amor lo impulsa a entregarse a sus criaturas, a pesar de ser el Rey del universo asume actitudes de siervo.
Jesús reflejó total humildad desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, vivió entre los humildes, se sometió a las autoridades humanas, lavó los pies a sus discípulos, enfrentó el sufrimiento en silencio. Jesús aún ahora en su estado de glorificación se muestra humilde, recordemos sus palabras: “voy a preparar un lugar para ustedes”, Él es el Señor de señores sin embargo está preparándonos un lugar en el cielo para nosotros que somos sus siervos, ¡eso si que es humildad!
Es evidente que la humildad es la característica del cielo, nosotros somos llamados a tener un estilo de vida así, pues solo un corazón humilde puede sintonizar con el corazón de Dios.
¿Por qué es tan importante la humildad?
La humildad en primer lugar te libera. Jesús se da cuenta que la gente de esa época buscaban por todos los medios ocupar los mejores lugares y posiciones, hoy en día sucede lo mismo, son muchos los que viven en competencia tratando de mostrarse como mejores y superiores a los demás. Esto sucede incluso en la propia iglesia, muchos hermanos tratan de mostrarse más espirituales que los otros, haciendo resaltar sus dones y cualidades. Para esta gente la imagen y posición es muy importante, viven cuidando su reputación, están obsesionados por quedar bien ante los demás. Estas personas pierden su libertad, se esclavizan al orgullo y al amor propio, por eso son más vulnerables e hipersensibles, fácilmente pueden sentirse avergonzados y ridiculizados
En cambio los humildes son libres de estas debilidades, no les interesa demasiado su propia imagen, ni les importa mucho recibir preferencia o un trato especial, no buscan los aplausos de la gente, por eso el ataque o el menosprecio de algunos no les duele demasiado, ni se recienten fácilmente. El humilde experimenta más libertad, es más seguro de si mismo, más fuerte y maduro en sus emociones, su ego está controlado y por lo tanto están más dispuestos a entregarse a los demás y a amar antes que amarse a sí mismo.
La humildad nos quita mucho peso de encima, nos libra de muchas complicaciones innecesarias, hace que nuestro camino sea más sencillo y por lo tanto más feliz. Jesús no se equivoco cuando dijo “Dichosos los humildes”, pues solo los que poseen está cualidad son capaces de reír con sinceridad
La humildad también te eleva. Jesús recomienda a estas personas que en vez de buscar los primeros lugares, llenando sus corazones de orgullo y exponiéndose al ridículo, busquen más bien sentarse en los últimos asientos, para que su actitud humilde sea recompensada por los demás. La gente común aprecia a las personas humildes, son más tratables, escuchan, no atropellan, y no hablan de sí mismo, todas esas características hacen que caiga simpático, no es raro que se le conceda honores que ellos mismos no buscan, el orgulloso en cambio buscando esos honores muchas veces no lo reciben.
El que se humilla es exaltado, no solo por los hombres sino por el mismo Dios. Una persona humilde está más cerca del Señor, su corazón se doblega fácilmente, se siente débil y necesitado y por eso puede refugiarse y entregarse con mayor libertad en los brazos de Dios.
Aunque parezca que es al revés, el humilde es una persona engrandecida, elevada, que sobresale entre todos y es apreciado por los demás, en cambio el orgulloso es una persona empequeñecida, ridícula, que pierde valor e importancia, a pesar que el hace todo lo posible por sobresalir, pero no lo consigue, su orgullo lo afea y crea un rechazo natural entre la gente.
La humildad nos humaniza, nos hace sensibles a los demás, nos ayuda a morir a nuestro egoísmo y egocentrismo, nos prepara para amar, nos ayuda a poder entregarnos con libertad, pero sobretodo, la humildad nos une profundamente a Dios
La humildad te acerca a los menospreciados. Jesús desea que siempre tomemos en cuenta a los necesitados y menospreciados, por eso nos anima a que abramos nuestro corazón y nos acerquemos a ellos, pues solo de esa manera mostraremos que somos realmente humildes. El desprecio y la discriminación es muestra de un corazón orgulloso. Es una lástima que exista tantas personas que menosprecian a los demás por su color de piel, su nacionalidad, su sexo, su nivel social, etc. Aquellos que hacen esto no reflejan para nada la verdad del evangelio, y aunque se llaman así mismos cristianos en verdad no lo son.
Jesús no solo nos pide que “ayudemos” a estas personas, sino que convivamos con ellas, que le hagamos sentir cercanos a nosotros, es de esta manera cuando nuestra humildad es puesta a prueba. Es muy fácil dar algo material, pero es más difícil dar el corazón, es muy fácil darles pan para que coman, pero es más difícil invitarlos a comer con nosotros, y permitir que compartan nuestra mesa y disfruten lo que nosotros disfrutamos.
Nos gusta estar cerca de nuestros amigos y parientes, eso no está mal, pero Jesús desea que también abramos nuestro corazón a los menospreciados, y permitamos que ellos experimenten nuestra cercanía. Solo los humildes son capaces de hacer esto, y cuando lo hacen disfrutan del verdadero sentido de la vida, que es darse a los demás.
La humildad trae recompensa. Ser humilde nos hace feliz, nos libra de tantos males, principalmente de nuestro egoísmo. En sí misma la humildad nos trae recompensa en la vida, nos ayuda a relacionarnos mejor con los demás y a encontrar satisfacción espiritual.
Sin embargo hay un beneficio mayor que la humildad nos otorga. La Biblia enseña que el Señor promete recompensar a los humildes, no necesariamente en esta tierra sino en la eternidad. ¿Cuál es esa recompensa?, la recompensa es el cielo.
La humildad nos abre las puertas del cielo de par en par, pero no pensemos que la humildad es una cualidad que nosotros podemos desarrollar, o que está en nosotros y solo hay que dejarla fluir, no, la humildad es un fruto de Dios, solo el Espíritu Santo lo puede producir.
Si la humildad nos abre las puertas del cielo podemos terminar creyendo que si nos esforzamos por ser humilde ganaremos la vida eterna, no hay nada más falso que esto, NADIE PUEDE SER HUMILDE DE VERDAD SI ES QUE PRIMERO NO SE ENTREGA A DIOS Y PERMITE QUE EL CAMBIE NUESTRO CORAZÓN EGOISTA Y PONGA EN NOSOTROS UN CORAZÓN HUMILDE, solo entonces la humildad se manifiesta en nosotros.
Es Cristo el que nos salva y nos lleva al cielo, si creemos en él nuestra vida es transformada y morimos a nosotros mismos, como consecuencia la humildad se hace evidente en nuestra conducta y de esa manera reflejamos en algo el carácter de Dios.
Busca al Señor cada día más, entrégale tu vida y verás que Jesús te moldeará y te hará como él, y serás humilde y sencillo de corazón, “Aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas” (Mateo11:29), este es el secreto para ser humilde, experiméntalo.
PARA PROFUNDIZAR
Lee Mateo 5:3-5 ¿Qué características tienen los humildes? ¿Por qué crees que los humildes son dichosos? ¿Por qué crees que el Señor promete su reino a los humildes?