miércoles, 7 de abril de 2010

LOS FRUTOS DE LA RESURRECCIÓN

Por Alberto Valdivia
Sermón dominical

Texto: Colosenses 3:1-14

Cristo ha resucitado, ha vencido a la muerte y al diablo, ha pagado la deuda de pecado que todos teníamos y ha abierto el camino para que nosotros recibamos el perdón y la misericordia de Dios. ¿Qué nos toca a nosotros hacer para que los efectos de la resurrección nos alcancen?

Hay que poner nuestra atención en las cosas espirituales (v. 1-3). Busquemos las cosas de Dios, el mundo siempre nos distraerá con los afanes de la vida, pero siempre debemos de reservar nuestro corazón para Él. Debemos de considerarnos muerto para el mundo y vivos para Dios. Las cosas terrenales son pasajeras, dediquemos tiempo para buscar lo espiritual y eterno. Nuestros pies están en la tierra pero nuestra mirada en los cielos. Que nuestros recursos; tiempo, talentos, posesiones, finanzas, sean dedicados al servicio de Dios y no solo a nuestro servicio.

Hay que esperar con ansias el día en que nuestra vida se manifieste (v. 4). Nuestra vida está en Cristo y se ha manifestado en nosotros en parte. Tenemos vida espiritual, sin embargo los efectos de la muerte aún actúan en nosotros (las pasiones, la enfermedad, la muerte física, etc.), pero cuando Cristo venga en su manifestación final, la vida que ganó para nosotros en su muerte y resurrección, se manifestara plenamente en nuestras vidas. La carne, el pecado y la muerte serán destruidos totalmente y resucitaremos a nueva vida. Esta es nuestra esperanza, vivamos este tiempo con la expectativa de nuestra resurrección final.

Hay que hacer morir lo terrenal en nosotros (v. 5-14). Mientras esperamos la liberación final, somos llamados a luchar contra nuestras flaquezas, no con nuestras fuerzas sino con el poder de Dios. Reconozcamos nuestras debilidades, no nos sintamos espirituales, sino carnales, y luchemos con el mal que hay en nuestros corazones. Hagamos el ejercicio de “despojarnos” de lo malo y “revestirnos” de los bueno. Dejemos las pasiones, los pecados sexuales, los pleitos, el odio y los rencores y tomemos la humildad, el perdón y sobretodo el amor.

La resurrección de Cristo nos da vida, esperanza y victoria sobre el mal, ahora con esta seguridad de que la victoria es nuestra, nos toca luchar contra el mal que mora en nosotros