Por Alberto Valdivia Cier
Texto: Lucas 7:11-17 (Sermón del 14/06/2007)
Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: No llores.
En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús le dijo al muerto: Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
Entonces el que había estado muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios, diciendo: Un gran profeta ha aparecido entre nosotros. También decían: Dios ha venido a ayudar a su pueblo.
Hay momentos críticos en nuestra vida en la que sentimos que Dios está lejos de nosotros y que lo hemos perdido todo. En esos momentos muchas veces nos llenamos de frustración y podemos hasta perder la fe. Jesús se encuentra con una mujer que pasaba una situación parecida, ella era viuda y su único hijo acababa de morir, no solo había perdido a su ser querido sino que también desde ese momento ella quedaba en absoluto desamparo. ¿Se pueden imaginar el dolor y la desesperanza que esa mujer experimentaba?.
Pero la presencia de Jesús lo cambia todo, él trae esperanza. David decía en el salmo 23, "aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo, tu vara y tu callado me infundirán aliento". Jesús alienta nuestra vida en el momento más difícil y oscuro.
Veamos como Jesús ayudo a esta mujer y visualicemos como él nos puede ayudar en situaciones similares.
Jesús mira a la mujer. La observa y se compadece de ella. No es indiferente, atiende su necesidad. Dios nunca nos ignora, él está siempre cerca, más aún si estamos sufriendo.
La mirada de Cristo es compasiva y amorosa, no es acusadora ni vengativa. Todos tenemos pecados y faltas que quisiéramos ocultar de Dios pero no podemos, él todo lo ve y todo lo sabe, lo único que podemos hacer es pedir perdón y confiar en su infinita piedad y misericordia para con nosotros
Jesús mira nuestro corazón, no lo hace para buscar lo malo sino lo bueno en nosotros, él busca una pizca de humildad para poder actuar a favor nuestro. La misericordia de Dios está disponible pero es necesario que nuestra vida sea una tierra dispuesta para su amor. Tenemos que humillarnos ante él.
La mirada de Jesús es una mirada de aliento, fuerza y ánimo, disfrutémosla siempre.
Jesús comienza sanando su corazón. Le dice: no llores. El llanto es bueno en la medida que nos ayuda a liberar la tensión pero malo cuando es en exceso y nos adormece y deprime. Jesús se interesa por nuestro estado emocional, nos anima, trata de generar un cambio, busca quitar de nosotros el dolor. Jesús a muerto no solo para salvar nuestras almas sino la integridad de nuestro ser, a cargado sobre sí nuestras "dolencias", ha venido a sanar a los quebrantados de corazón (Lucas 4:18) y a enviado su Espíritu para que nos consuele. Esta muy interesado en que nuestro mundo interior disfrute de paz y armonía, pues sabe que nuestra victoria espiritual depende en gran medida en que nuestro corazón se mantenga fuerte y firme. La misericordia de Dios comienza a actuar en nuestro corazón y luego en nuestra situación, el primer milagro que hace Dios es en nosotros mismos, así que antes de pedir que haga algo para ayudarnos en nuestro problema hay que suplicarle más bien que toque nuestra alma, la renueve para que podamos enfrentar el problema
Jesús se involucra en su problema. Toca el féretro, se mete en el asunto. Hace que todo se pare e interviene en el problema y en el dolor de esta mujer. De esta misma manera Jesús irrumpe en nuestro problema, él nunca se muestra distante, más bien pone su mano sobre nuestro mal y comienza a mover las situaciones a nuestro favor.
Cada vez que Jesús toca algo lo bendice, lo transforma, él toca nuestra muerte y nos da vida, él toca nuestro dolor y nos consuela, él toca nuestra tristeza y nos da gozo, él toca nuestra debilidad y nos da fuerzas. En medio de nuestras tribulaciones deberíamos sentirnos protegidos por él, rodeados de su manto de bendición, quizás podemos creer que estamos solos y que él nos ha abandonado, pero no es así, no escuchemos la voz de la desconfianza, más bien afirmemos nuestra fe en este Jesús que nos ama.
Jesús obra el milagro. En este caso el milagro fue la resurrección del hijo de la mujer, en nuestro caso el milagro que Jesús opere puede ser de otra naturaleza, lo cierto es que siempre debemos de esperar una intervención poderosa a favor nuestro. Nuestra fe o expectativa no debe estar en el milagro sino en el señor de los milagros, él nos dará siempre lo que es mejor para nosotros.
Jesús decía a todo aquel que venía a pedirle un milagro: Si tu puedes creer todo es posible", el accionar milagroso de Dios necesita la participación nuestra por medio de nuestra fe. Debemos de creer que Dios hará grandes cosas en nuestras vidas, a pesar de que el problema sea inmenso, el mal parezca invencible y el pecado sea profundo, debemos de confiar en que Jesús tiene poder para cambiarlo todo para bien de nuestras vidas, tan solo debes de creerlo y confiar como un niño confía en papá y humillarte ante Él.
En cada momento doloroso de nuestra existencia Jesús se hace presente y actúa, dejémonos amar por él, no le pongamos obstáculos a su amor. Recuerden, él ha venido a ayudar a su pueblo.
PARA PROFUNDIZAR
Lee Filipenses 4:6,7 ¿Qué debemos hacer cada vez que tenemos algún problema? ¿Qué sucede cuando oramos? ¿Por qué Dios toca primero nuestro corazón y nuestros pensamientos antes de actuar en el problema?
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