Por Alberto Valdivia Cier
Texto: 2Timoteo 1:3-14
Texto: 2Timoteo 1:3-14
“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, siento deseo de verte, para llenarme de gozo, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos, porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios. Él nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.
De este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles,, por lo cual asimismo padezco esto. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”
En la Biblia se utiliza el símbolo del fuego para expresar la acción del Espíritu Santo en la vida del creyente.
El Espíritu Santo es fuego porque “calienta” nuestros corazones, esto tiene que ver con el ánimo y la motivación que el Espíritu pone en nosotros para continuar en el camino cristiano, no podemos seguir al Señor si es que no hay pasión y atracción hacia Él.
El Espíritu Santo es también fuego porque “ilumina” nuestro camino y nos guía en nuestra oscuridad, muchas veces no sabemos que decisiones tomar, pero el Señor nos muestra su perfecta voluntad.
El Espíritu Santo es fuego porque “purifica” nuestros corazones, limpia nuestras vidas de todo mal y nos hace brillar con la luz de Cristo.
Necesitamos que el fuego de Dios y la acción del Espíritu santo se aviven en nosotros.
Nuestras vidas son como brazas en una hoguera, brillamos mientras nos mantenemos en la intensidad del fuego, pero apenas nos apartamos nos apagamos fácilmente. Hagamos que el fuego de Dios crezca en nosotros
Timoteo experimentaba sequedad espiritual, Pablo le escribe esta carta para animarlo a despertar espiritualmente, sigamos estos consejos en nuestras propias vidas.
Oremos e intercedamos pidiendo un despertar espiritual. Lo primero que hace Pablo es orar por Timoteo, él sabía que el factor más importante que produce un despertamiento espiritual es la oración.
La oración ayuda a despertar la fuerza de Dios en el corazón de la gente, la oración es un medio transformador poderoso.
Jesús decía que debemos de orar y velar porque nuestro espíritu está dispuesto pero nuestra carne es débil, muchas veces somos sinceros en nuestro deseo de vivir una vida pura, pero hay en nuestro corazón mucha debilidad, es necesario encontrar fuerzas en Dios para poder vencer el mal que habita en nosotros, solo la oración puede desatar ese poder espiritual que viene del Espíritu y que nos impulse a la santidad.
Oremos pidiendo perdón por nuestros pecados y pidiendo el poder santificador de Dios, humillemos nuestros corazones delante del Señor e invoquemos su presencia en nuestras vidas.
No solo oremos por nosotros sino por toda nuestra comunidad, si el fuego de Dios se aviva en todos, la hoguera se hace más grande y de esa manera es más fácil mantener el “fuego” espiritual en cada individuo, pues podremos animarnos y contagiarnos mutuamente en este camino de fe.
Recordemos que tenemos una herencia de fe que debemos multiplicar. Pablo hace recordar a Timoteo que él había heredado la fe de su madre y su abuela, y que había recibido, a través de la imposición de manos, el encargo del ministerio.
Hemos recibido ya sea de nuestros padres o de otros hermanos la fe que hoy profesamos, una fe que ellos a su vez lo recibieron de otros. Tenemos la responsabilidad de que esta cadena de bendición que nos alcanzó no se corte, sino que prosiga haciendo bien al resto de generaciones.
El sentirnos comprometidos con esta tarea hace que nazca en nosotros la necesidad de elevar nuestra vida espiritual para que este acorde con la fe que proclamamos, nos crea la responsabilidad de ser modelo de fe para otros y por lo tanto la urgencia de buscar un despertar espiritual en nuestras vidas.
Pablo expresaba este sentimiento de esta manera: “Estoy en deuda con todos, sean cultos o incultos, instruidos o ignorantes, de allí mi gran anhelo de predicarles el evangelio” (Romanos 1: 14), que todos tengamos esta misma carga, pues la urgencia de cumplir esta responsabilidad nos impulsa a la santidad.
Liberemos el potencial que hay en nosotros. Pablo le hace recordad a Timoteo que él había recibido, por medio del Espíritu Santo, poder, amor y dominio propio, por lo tanto no debería tener temor a nada, pues la victoria del Señor era suya.
Dios ya ha derramado en nosotros toda fuerza espiritual, solo tenemos que permitir que fluya y crezca en nuestra vida. Tenemos poder para vencer toda adversidad y todo ataque del enemigo, amor para vencer nuestro egoísmo y entregarnos a los demás, y dominio propio para vencer nuestras debilidades y nuestras pasiones. ¡Nada nos falta para experimentar la victoria espiritual!.
Esto no es algo que podemos tener, ya está en nosotros, el Espíritu Santo lo ha derramado en nuestro corazón, ahora es necesario creerlo y permitir que fluya poderosamente en nuestras vidas.
Nunca digamos que no podemos, eso es una mentira, el Espíritu Santo está listo para darnos la victoria, quitemos de nosotros todo temor y duda. Nuestros pecados pueden ser vencidos, nuestros malos hábitos y nuestro egoísmo pueden ser derrotados, no hay nada que no puede ser doblegado por el poder de Dios, lo que tenemos que hacer es doblar nuestras rodillas ante Dios y humildemente pedirle que nos limpie para que todo el potencial que hay en nosotros se manifieste. No te doblegues al mal, puedes vencerlo, el Señor te ha capacitado para eso, solo actúa en fe y arrepentimiento y toma las armas de Dios.
Proclamemos el evangelio a pesar de nuestra frialdad. Timoteo estaba apagado y desanimado, probablemente habían pecados en su vida que generaron esta etapa de oscuridad en él, sin embargo Pablo le anima a proclamar el evangelio con toda su fuerza e involucrarse en la extensión del reino de Dios.
Cuando estamos mal espiritualmente tenemos la tendencia de dejar toda actividad espiritual, principalmente la proclamación del evangelio, nos sentimos hipócritas e incapaces de hacer algo para el Señor, el resultado de esta actitud es que terminamos más hundido en el mal que antes y con un fuerte sentimiento de culpa, esta actitud es totalmente contraproducente.
A pesar de nuestra frialdad, o de nuestros pecados, si nos mantenemos involucrados en la proclamación del evangelio, le damos oportunidad al Espíritu de trabajar en nuestra conciencia y generar el deseo en nuestro corazón de buscar al Señor con más intensidad. La propia actividad espiritual se convierte en un medio que Dios usa para doblegar nuestro corazón y llevarnos al arrepentimiento.
He aprendido a perseverar a pesar de todo, ni siquiera mis pecados me pueden alejar del amor de Dios, por supuesto soy conciente que estoy mal y que no debo seguir así, pero sé que el Señor me ayudará a salir de esta situación y que usará mi propia predicación para hablarme a mi mismo y doblegarme, Dios a usado este método una y otra vez en mi vida.
Cuando el pueblo de Israel peca al pedir un rey y desecha a Samuel como líder, Dios les dice: “No teman, ustedes han hecho este mal, pero a pesar de eso no se aparten de en pos del Señor, sino sírvanle con todo su corazón” (1Samuel 12:20). Noten que a pesar de nuestra situación de pecado, no debemos de alejarnos del Señor, ni dejar de servirlo, el Señor desea trabajar en nuestro corazón y llevarnos al arrepentimiento, por eso necesita que nos mantengamos cerca de Él para poder hablarnos a nuestra conciencia.
Proclama al Señor a pesar de tu situación espiritual, te aseguro que no podrás resistir doblegar tu corazón ante Él, la vergüenza invadirá tu alma y serás más conciente de que estas mal y necesitas arrepentirte.
Llénate de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios aviva la fe y es un poderoso medio santificador, por eso mantenernos cerca de ella siempre será un factor de despertamiento espiritual.
Seguir el ejemplo y la enseñanza de la Biblia nos alejará del peligro de endurecer nuestro corazón, y nos sensibilizará en las cosas espirituales. El Espíritu Santo usa la Palabra para hablarnos en nuestro ser interior y guiarnos en nuestro camino.
Pero no solo es cuestión de leerla o escucharla, hay que vivirla, hay que permitir que penetre a lo más profundo del corazón y transforme nuestros sentimientos y pensamientos. No basta con conocer lo que la Biblia enseña o memorizar versículos, es necesario que la Palabra nos acompañe en cada actividad que hacemos, en nuestro diario vivir, para ello tenemos que tomar un texto y llevarlo en la mente durante todo el día y tratar de vivirlo y aplicarlo en cada situación de nuestra vida.
Lo importante es VIVIR LA PALABRA DE DIOS y no conocerla solamente.
Si aplicamos estos sencillos consejos les aseguro que el fuego de Dios se avivará en nuestros corazones, que así sea.
PREGUNTAS PARA PROFUNDIZAR
Lee Isaías 60:1 ¿De donde proviene el fuego espiritual? ¿Qué debemos de hacer para permitir que el fuego arda en nosotros? ¿Qué puede impedir que eso suceda?
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