jueves, 26 de junio de 2008

EL COSTO DE SEGUIR A CRISTO

Por Alberto Valdivia Cier
Texto: Mateo 10:16-33

¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas. Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades, los golpearán en las sinagogas y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podrán dar testimonio de mí delante de ellos y de los paganos. Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen ustedes por lo que han de decir o cómo han de decirlo, porque cuando les llegue el momento de hablar, Dios les dará las palabras. Pues no serán ustedes quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
“Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se volverán contra sus padres y los matarán. Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; pues les aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes que ustedes hayan recorrido todas las ciudades de Israel.
“Ningún discípulo es más que su maestro, y ningún criado es más que su amo. El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado como su amo. Si al jefe de la casa lo llaman Beelzebú, ¿qué dirán de los de su familia?

Un hombre con su hijo de 10 años y su burro salen de su casa hacia el pueblo más cercano, decide sentar al niño en el burro y él seguir el trayecto a pie, de pronto pasa por allí un grupo de personas y al mirarlos comienzan a mormurar: “como es posible que ese niño, que es casi ya un joven, este tan cómodo mientras su pobre padre tiene que caminar todo el trayecto jalando al burro”, al oír el hombre esas palabras decide hacer un cambio, él se sienta en el burro y el niño va a pie jalando al animal, de pronto aparece otro grupo de personas, y al verlos comienzan a decir: “como es posible que este padre sea tan desconsiderado al dejar a su hijo, que es casi un niño, caminar todo el camino mientras él está bien sentado en el burro”, al oír esto el padre hace otro cambio, los dos se suben al burro y continúan su viaje. Al poco tiempo otro grupo de personas pasan por allí, y al mirarlos murmuran diciendo: “pobre animal, tiene que aguantar el peso de estos dos individuos, ¡son unos desalmados!”. Muy molesto, el padre no le queda otra cosa que caminar junto con su hijo y dejar al burro libre de toda carga, en ese instante pasa otro grupo de personas y al mirarlos dicen: “que gente tan tonta, teniendo un burro que los puede llevar, están haciendo todo el trayecto a pie”. El hombre estaba muy enfadado, en ese momento pasan junto a un puente y decide lanzar al burro al río para de esa manera librarse para siempre de las murmuraciones de la gente.

Como cristianos estamos expuestos a ser victimas de las criticas, murmuraciones y oposición de la gente, es parte del costo que debemos de pagar por ser seguidores de Cristo. Si el propio Señor tuvo que pasar por estos sufrimientos, cuanto más lo pasaremos nosotros. Muchas veces esta oposición será injusta y mal intencionada y vendrá de las personas más cercanas a nosotros. Ante esto podemos desesperarnos y enfadarnos como el hombre de la historia, pero si lo hacemos no logramos nada, solo arruinar nuestra vida. En este pasaje Jesús nos da algunos consejos para enfrentar correctamente la oposición de la gente.

1. Desarrollemos actitudes correctas (v. 16-18). Jesús nos manda a ser como ovejas y palomas, mansas, humildes y dóciles, pero a la vez nos dice que seamos como las serpientes, astutas y sagaces. La serpiente muestra su astucia manteniéndose distante de su victima, esperando el mejor momento para atacar. De igual manera, nosotros debemos de saber mantenernos distante de aquellas personas, que percibimos no son sinceras y mantienen actitudes oscuras. Nuestra astucia no nos puede llevar a maquinar estrategias para “atacar” o “destruir” a estas personas, sino para mantenernos alejados de ellas, de tal manera que evitemos que nos hagan demasiado daño. Muchas veces sufrimos en manos de los otros porque somos demasiados vulnerables, nos exponemos fácilmente al mal. No confiemos, ni esperemos demasiado de la gente, aprendamos a descubrir a los lobos que buscan nuestro mal y guardemos distancia y prudencia.
Recuerden que Jesús se mantuvo lejos de los fariseos y del poder político de su época, Jesús sabía con quien relacionarse y con quien no hacerlo. Si es posible, debemos evitar colocarnos al alcance de los dardos enemigos o de las manos de los que buscan nuestro mal. Por supuesto, a pesar del cuidado que tengamos, siempre las posibilidades de ser atacados por nuestra fe es muy alta, pero una actitud astuta y alerta siempre nos ayudará a disminuir las situaciones conflictivas. Jesús se libró de muchas situaciones difíciles haciendo uso de su astucia, por ejemplo cuando los fariseos le hicieron una pregunta tendenciosa con el propósito de enfrentarlo con el poder de Roma , Jesús responde diciendo; “da al Cesar lo que es del Cesar y da a Dios lo que es de Dios”, saliendo con mucha sagacidad e inteligencia de la trampa que le pusieron, claro, al final la oposición creció y Jesús fue condenado a morir, pero su actitud alerta y astuta lo libro de muchos males. Aprendamos de nuestro Señor, mantengamos una actitud humilde y mansa, pero también mantengámonos alerta para no caer fácilmente en las manos de quienes buscan nuestro mal.

2. Contestemos con el poder del Espíritu (v. 19,20). Cuando recibimos ataques e injurias nos enfrentamos a dos posibilidades, callarnos y recibir todo el mal en silencio, o defendernos de los ataques. Hay quienes responderá inmediatamente diciendo que como cristianos nos corresponde estar callados y aceptar todo el mal sobre nosotros, esta posición a mi entender no es la que el evangelio nos presenta, Jesús respondió a sus acusadores, y nos pide en este texto que nosotros también lo hagamos. Recuerden que Jesús fue golpeado por un guardia del sumo sacerdote y el respondió diciendo; “Si he hablado mal, dime en que he hablado mal, y si no he dicho nada malo ¿Por qué me pegas?”, también cuando fue arrestado por el sumo sacerdote Jesús dijo lo siguiente; “Como si yo fuera un ladrón me arrestan con espadas y palos, habiendo estado con ustedes cada día en el templo nunca me apresaron, pero claro, esta es la hora de ustedes, esto es el poder de las tinieblas” y también cuando lo quisieron apedrear por decir que él y el Padre eran uno, con mucha firmeza les dijo lo siguiente; “¿Por cual de las buenas obras que he hecho me desean apedrear?”, en todo estos ejemplos vemos claramente que Jesús no calló, se defendió, por supuesto con dignidad, amor y pureza, pero se defendió.
El problema no se resuelve con callar sino con saber responder, si nos atacan y nos injurian respondamos pero no en la carne, no tratando de pagar mal por mal, sino con la fuerza del Espíritu. Jesús nos dice aquí que el Espíritu Santo nos dará las palabras correctas para responder a cada acusación, injuria y ataque que suframos. Desechemos la ira y los insultos, eso no proviene de Dios (Santiago 1:20), busquemos, con la ayuda del Señor, las palabras correctas que traigan paz y razón en cada conflicto (Proverbios 15:1) pero no nos quedemos callados, salvo que el propio Espíritu nos impulse a callar, tratemos con amor, misericordia y la fuerza de Dios de demostrar el error de los demás y de defender nuestra verdad.

3. No desmayemos, confiemos en el cuidado de Dios (v. 21-31). En estos versículos Jesús describe con total honestidad los terribles sufrimientos que nos tocará experimentar por ser seguidores suyos. Jesús anuncia aquí que las familias se pueden dividir por causa de él, pues los que no creen en Jesús atacarán a los que creen y en algunos casos no dudarán en traicionarlos o entregarlos a los perseguidores, esto ha sucedido infinidad de veces en la historia del cristianismo, y sigue sucediendo hoy en día, por ejemplo en países musulmanes o budistas, donde tener un hijo o pariente cristiano es la vergüenza más grande, y muchas veces no dudan en entregarlos a la cárcel o incluso llevarlos a la muerte. En el mundo occidental también se da este tipo de oposición, de una manera diferente pero también dolorosa, son muchos los creyentes que sufren burlas, menosprecios, insultos y ataques de sus seres queridos que no creen en Jesús, y eso causa un terrible dolor.
Jesús nos muestra aquí, que todo este mismo sufrimiento él también lo experimentó, así que nosotros que somos sus seguidores, no podemos pretender librarnos de este dolor, todo lo contrario debemos de considerar un privilegio sufrir como él sufrió.
Jesús nos anima a no tener temor, pues él es nuestro defensor. Dios se interesa tanto por nosotros que tiene contado todos los cabellos de nuestra cabeza, si él cuida de las aves es lógico pensar que también cuidará de nosotros.
Jesús nos dice que no tengamos miedo, ni siquiera a la muerte, ni a los que quieren matarnos, pues para nosotros el morir es ganancia, pues morir es encontrarnos con Cristo.
Así que hermanos, en medio de la oposición y lo ataques debemos aprender a mantenernos firmes en Jesús, poniendo toda nuestra confianza en él que es nuestro protector, pues nada nos podrá alejar de su amor. Ni la vida, ni la muerte, ni el hambre, ni la desnudez, ni siquiera el mismo diablo nos puede alejar de Dios.

4. No neguemos a Dios a pesar de la oposición, ni con nuestros labios, ni con nuestros actos (v. 32-33). El problema que tenemos los cristianos hoy en día es que vivimos tratando de agradar a los demás, buscamos directa o indirectamente ser reconocidos por los otros. Nos importa mucho no dar una imagen de intolerantes, ni tampoco parecer fuera de “época” ante los ojos de la sociedad. En este mundo globalizado deseamos mostrar una cara moderna y actual de la fe, todo eso esta bien, pero el problema está que muchas veces para alcanzar este objetivo dejamos de lado nuestras convicciones cristianas y la verdad de Dios. Tratamos de evitar ser perseguidos y menospreciados por nuestra fe, entonces buscamos adaptarnos al mundo, para encontrar algún reconocimiento y aceptación, esto lo hacemos sin darnos cuenta, es casi imperceptible, pero las consecuencias son nefastas.
Esta es una manera de negar a Jesús, de dejar de lado sus enseñanzas y los valores del reino. Jesús nos dice en estos versículos que si lo negamos delante de los hombres él también nos negará delante del Padre, pero si lo reconocemos delante de los hombres, él también nos reconocerá delante del Padre. Negamos a Jesús no solo cuando decimos con nuestros labios que no creemos en él, también lo negamos cuando nuestra conducta no manifiesta a Cristo, podemos decir que creemos en Jesús pero si no vivimos de acuerdo a él y a su Palabra entonces lo estamos negando. ¿De que vale decir que creemos en Jesús pero practicamos el soborno, la mentira, el abuso? Este tipo de negación es la peor, pues no solo negamos con nuestros hechos a Jesús sino que nos volvemos hipócritas y falsos. Por lo menos los que niegan con sus mentes y sus labios a Jesús y son coherentes con esa convicción, se muestran más honestos y trasparentes, pero el creyente que dice amar a Dios y con sus actos niega ese amor, se hace doblemente culpable.
Hay una hermosa promesa para aquellos que mantienen sus convicciones cristianas hasta el fin, el Señor nos reconocerá públicamente delante del Padre y todo la creación celestial. Jesús hablando de esto, contó una parábola en la que presenta el momento preciso en que los creyentes victoriosos entran a la presencia de Dios y son reconocidos como Hijos, dice la parábola que el Señor les dirá en aquel día; “Hiciste bien, siervo bueno y fiel, en lo poco has sido fiel, te pondré a cargo de mucho más, ven a compartir la felicidad de tu Señor” (Mateo 25:21). Vivamos de tal manera que podamos al final de todo, recibir este reconocimiento público de Dios, que podamos alegrar el corazón de nuestro Padre y también alegrar nuestro propio corazón por toda la eternidad.

Enfrentemos la oposición con valor, y dignidad, no claudiquemos, ni retrocedamos jamás, Dios es nuestra ayuda y nuestro refugio, encontremos en él las fuerzas que nos faltan y luchemos hasta el fin la buena batalla, y él nos hará más que vencedores en Cristo Jesús. Amén

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