Por Alberto Vadivia Cier
Filipenses 3:17-4:1
Así como tenemos una ciudadanía terrenal también tenemos una ciudadanía celestial. Nosotros vivimos en esas dos dimensiones, disfrutamos de esos dos aspectos de la existencia, hay que saber vivir en estos dos mundos de tal manera que nos mantengamos en un un sano equilibrio
Lo terrenal hay que disfrutarlo pero no hay que poner nuestro corazón allí. Pablo nos dice que muchas veces vamos a tener la tendencia de vivir solo para nuestros deseos, de tal forma que hacemos de nuestro deseo un dios a quien adoramos. Esta forma de actuar se llama hedonismo (vivir para el placer).
Lo terrenal también nos puede hacer perder el verdadero valor de las cosas, de tal forma que podemos llegar a sentirnos orgullosos de lo que en realidad es nuestra vergüenza (racismo, autosuficiencia, etc.).
Lo terrenal es utilitario pero no sirve para elevar nuestra mente y nuestras almas, no debemos de poner nuestros pensamientos y prioridades en ello.
Muchos creyentes sin proponérselo se comportan como enemigos de la cruz, porque viven solo en el ámbito terrenal, y no siguen el camino de la cruz que siguió Cristo, quien crucifico lo terrenal en él para darnos la salvación.
Lo celestial debe de colmar toda nuestra expectativa. Todos nuestros anhelos y deseos deben de estar dirigido al cielo, nuestra ciudadanía celestial es la que será eterna por lo tanto es allí donde experimentaremos la plena felicidad. Dos cosas deben siempre llenar nuestros pensamientos y corazones, el anhelo de poder encontrarnos con Jesús nuestro salvador y experimentar por siempre su compañía, consuelo y amor. Él es la fuente de nuestra felicidad, y debe ser el objeto de nuestros sueños y deseos.
También debemos de poner nuestra expectativa en la transformación que el Señor operara en nuestra naturaleza humana, de tal manera que recibiremos cuerpos gloriosos y corazones purificados, aptos para vivir eternamente en el reino de los cielos.
Siempre debemos de evaluar nuestro camino y volver a poner nuestra mirada en lo espiritual, disfrutando con moderación el tiempo presente pero poniendo toda nuestra esperanza en el reino de los cielos
domingo, 28 de febrero de 2010
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